viernes, 10 de noviembre de 2017

Carne.

No se por qué lloro como una tonta; yo sabía que eso no era real, que no iba a ser, no iba a funcionar.
Era demasiado irreal, demasiada ilusión.

Yo misma sabía que iba a durar poco... pero no espere que fuese tan poco.

¿Por qué tiene que sentir algo por ella? Si tan solo hubiese sido solo sexo....
Esta solo y la carne es débil; la de ambos lo es. Lo sé, lo entiendo y no tengo ningun problema con eso.

El amor en los tiempos del internet.

Un suspiro más.
Una mirada más.
Una nueva pequeña correntada de nervios.

Regreso mi mirada al celular.

¿Qué era ese extraño sentimiento?


-SMS-

Y: -Ok, déjame que la convenzo.
J: -Hágale pues primor. Aquí las espero.
J: -Avíseme cuando estén viniendo.


Aún no podía creer lo cómoda que era aquella incomoda cama. Lo sé, no tiene mucho sentido, solo era muy reconfortante.

¿Por qué sentía esa necesidad? ¿Qué me atraía tanto? Era ese extraño impulso, tan raro en mí, luchando contra mi cotidiano ser.
La "Yo" normal hubiese inventado una excusa o solo dicho "No"; pero sentía esto, eso, ese "algo", ese "imán", esa necesidad de estar allá.
¿Acaso era esa chica rebelde y fiestera que siempre permaneció dormida en mí? ¿Tan solo era el impuso de la libertad de las vacaciones entre amigas?.
Tantas posibles explicaciones.
En realidad no tenía ganas de ir, estaba tan cansada, solo quería dormir.
¿Qué hacía que deseara tan fuertemente estar allá?

Juan iba a molestarnos si no íbamos. Le había ducho a varios de los chicos con los que pasamos ese día entero que nos veíamos más tarde -y procuro no romper mis promesas-; estábamos de vacaciones las dos al fin; debíamos disfrutar cada instante juntas, dormir lo menos posible y vivir la mayor cantidad de experiencias. Estábamos de vacaciones, nada importaba.

Deje mi celular sobre la cama, última mirada al techo, una respiración profunda de impulso y para arriba. ¡Como cuesta levantarse!

Eran las 23hs en Lima, 01hs en Buenos Aires. Tan solo había pasado un día, mi cuerpo seguía adaptado a mi actual ciudad de residencia; no estaba acostumbrada a estar despierta a esa hora. Me sentía somnolienta, me pesaba el cuerpo, el día anterior había pasado 15 horas en el aeropuerto y ese día nos habíamos levantado temprano y caminado por muchas horas, mi cuerpo seguía cansado, tenía unas enormes ojeras y la idea de salir de fiesta no me tentaba en absoluto. Solo quería dormir abrazada a ella.

- Estamos de vacaciones, Negra -le dije en cuanto vi una mueca de negativa en su rostro- ¡Disfrutémoslas! Además siempre dijiste que querías ser la primera en emborracharme.

Sí, 23 años de vida y nunca viví -o sufrí- una borrachera.

- Bueno, hágale pues, vamos un ratico nomas -no fue muy difícil convencerla- pero si estamos cansadas, nos volvemos.

Disfrute por un momento verla envuelta en esa toalla, su cabello húmedo y su piel limpia; ver cuánto había cambiado su cuerpo en estos años separadas me sorprendía pues en mi cabeza ella seguía siendo tan solo una niña.

- Podría torturar hasta la muerte a cualquiera que se atreva, siquiera, a pensar mal de ella -pensé-.


-SMS-

Y: -En 30 estamos allá.

Reuní las pocas ganas que me quedaban y comencé con la "producción" queriendo, a cada instante, decir "Ya fue, mejor no vamos".

No somos las típicas chicas que tardan siglos en arreglarse para ir a una fiesta; además fuimos de vacaciones, no pensamos que alguna noche íbamos a salir; ninguna teníamos ropa elegante, presentable o coqueta, solo nos pusimos lo menos desastroso que encontramos, nos maquillamos un poco para quitarnos la cara de cansadas y salimos a buscar a Jesús -el amable hombre del taxi del hostel-.

No entendí por qué me sorprendió verlo a Juancho con el brasilero -de quien jamás aprendí su nombre- esperándonos en la puerta, sabiendo que este moría por Juanita; obviamente él iba a estar ahí.

Luego de una serie de preguntas y advertencias a Juan por parte de un chico de seguridad, donde le explicaban que si nosotras hacíamos algo mal, él tenía que hacerse responsable; nos dejaron pasar.

En ese momento, subiendo por esas hermosas escalas, me sentí, por unos segundos, Bella -La Bella y la Bestia-. Me sorprendió lo hermoso que era ese lugar por dentro, ya que por fuera me pareció bastante descuidado. Me enamore de las escaleras en caracol, la temperatura de las luces, la tranquilidad en el ambiente y la sonrisa de cada persona que pasaba a nuestro lado.

Lo busque a Samuel con la mirada en cuanto llegamos a la terraza -habíamos pasado un buen momento juntos esa tarde cantando, y habíamos quedado en repetirlo-. Vi el rostro de cada persona en ese lugar, en ese instante; reí un poco al verlos a Sarah y Cris abrazados en una silla larga -estuvieron mirándose mutuamente todo el día-, algunas parejas, grupos aquí y allá, risas, gritos, tanta gente feliz... Él.

-Vamos por algo de tomar.

Ella siempre tan celosa, no quería que buscara o mirara a nadie; me lleva arrastrada del brazo hacia el bar con esa excusa, solo para que me centre de nuevo en ella.

Pero, por unos segundos, esa última imagen quedo grabada en mi mente, repitiéndose por un par de parpadeos. Ese suéter blanco un poco inclinado hacia adelante, una imagen solitaria pero desprendida, relajada. ¿Lo recordaría en unos instantes?.

Dos tragos diferentes, cotilleo femenino, risa va, sonrisa viene; nuestro mundo, nuestro momento.

-Como me gusta ese chico; ¡mira como baila! -luego se acercó a mi oreja, puso mi cabello tras esta y susurro- le mordería esa colota que tiene.

No pude contener la risa -ni la mirada curiosa-, efectivamente, ella siempre había tenido ese fetiche, pero me sorprendió que -a simple vista- fuese menor que nosotras -ella prefería los mayores-.
Como si tuviese una lista en mano, comencé a tachar ´´items, a analizar a este chico, cruzando un par de miradas con él quien no dejaba de bailar atrás de la barra mientras daba bebidas a las personas, mirando hacia nosotras cada tanto. Moreno de linda sonrisa, buen físico, alto, en efecto buen bailarín.

-Y muérdesela -le respondí con una sonrisa pícara.

-¿De dónde eres? -lance, sin darle tiempo a ella de responderme.
-Venezuela -respondió él.

Y de repente apareció a nuestro lado Juancho, cual hermano mayor protector, disolviendo aquella conversación; pero yo no necesitaba saber nada más; solo quería que Juanita besara a aquel chiquito esa noche, y sé lo tercay empecinada que puedo ser cuando me propongo algo.

La noche continuó entre juegos y cantos; risas y mucha cerveza.

-¿Y qué importa? ¡Estamos de vacaciones juntas! -solía repetirle a ella cada que encontrábamos un "pero" para algo.

Claramente se negó a cumplir mi capricho; no iba a pasar nada con ese chico -ni con el brasilero, con quien sentían deseo mutuo-, por Chris, su querido y adorado novio hacia el cual tengo muchos sentimientos encontrados, pero en ese momento lo odiaba más que a nadie porque hacía unas horas la había visto llorar por su culpa.
Que ella se negara, no me era motivo suficiente para detenerme, y menos aun teniendo un poco de alcohol en mi cuerpo; soy sumamente terca.

Y vi mi oportunidad, un poco más entrada la noche, estando sentados, charlando. Cuando noté que, justo en frente nuestro, había un grupo de chicos jugando. Al verlo al venezolano en aquel grupo, sonreí divertida.

-¿Qué estarán jugado?
-Qué se yo, vaya y pregúnteles a ellos -típica respuesta suya.

Justo lo que quería escuchar.

Imaginen el resto, ya que a esas alturas no recuerdo todo tan claramente. En resumen, me acerque a preguntar que hacían y termine aprendiendo a jugar "Flip cup"; algo bastante entretenido pero asesino para un chiquita de 23 años que ya estaba bastante pasada de copas, pero que seguía con un objetivo claro en su cabeza. Quería juntar a su mejor amiga con ese chico que a ella tan sexy le había parecido.

Entre una y otra cosa, termine sentada en el bar, frente a este niño -no había tardado mucho en darme cuenta cuanto lo era- esperando por una cerveza que había tenido que comprar para continuar jugando, ya que aquella ronda había sido la perdedora. No recuerdo de qué hablábamos, pero él me sonreía, yo reía bajo y él comenzaba a acercarse cada vez más a mi rostro; tarde unos segundo en reaccionar y moverme suavemente hacía atrás (si lo hacía rápido, seguro me caía), logrando esquivar aquel beso que estuvo tan cerca de darse.

-No, carajo, no tenía que salir así. -pensé.

¿Por qué nunca me salían como yo quería, esta clase de cosas?.

Llego un hombre grandote, abrió el candado de la heladera, me dio la cerveza y se fue; yo me puse de pie y regrese a la mesa de juego en el patio, pensando que aquel chico venia tras de mí; o sorpresa al girar y no verlo. Había desaparecido.

-¿Dónde se metió? -pregunté aun buscándolo.
-No sé, pero ahora tú juegas conmigo. -alguien me cogió del brazo y me atrajo hacia un lado de la mesa, muy cerca suyo.


Vi aquella mano envolviendo mi antebrazo, era muy grande, ocupaba más de la mitad de mi antebrazo; me sentí pequeña. Noté una manga blanca -un suéter- seguí su camino, su brazo era enorme, recuerdo que me asusto un poco pensar que si él hacía un poco más de fuerza con su mano, podría romper tranquilamente mi pequeño brazo; su hombro estaba tan contorneado por aquel ajustado suéter blanco. Me detuve por dos segundos en su cuello. -Blanco... - recuerdo haber pensado, y sentir como mi rostro comenzaba a acalorarse; agradecí estar sonrojada por el alcohol y que no se notase el sonrojo natural al ver su rostro y comprobar que era aquel chico que había visto al entrar; el chico solitario, de blanco, en el sofá. Me había centrado tanto en mi absurda e infantil misión, que no me había percatado que había estado jugando todo este tiempo contra él.

La mire a Nita, ella bailaba con el brasilero mientras Juancho hablaba con una chica que había venido con nosotros al tour ese día a la mañana.

-Bueno, ¿qué hacemos?

Volví en mí al entender que el juego continuaba.
La noche continuaba.
Y de ella solo tengo algunas fotografías mentales como recuerdo.

Jugamos, ganamos.
-Eres mi 10. -creo recordar haberlo escuchado decirme una vez.

Siempre chocábamos manos al ganar y me seguía enseñando como hacer girar el vaso sin caerme yo.

Me sentí cómoda a su lado, jugando con él, como un equipo. Podíamos coordinarnos, él era muy bueno conmigo; era muy agradable sentir su calor al abrazarme cuando ganábamos.

Un par de graciosos ataques verbales con el rosarino, un curiosa y fugaz charla musical con el español.
De repente sonó una canción extraña, muy fuera del ambiente del lugar; estos tres chicos con quienes jugaba gritaron y salieron corriendo al bar; yo me quede allí sin entender nada; volvieron a los segundos con unos shots de algo extraño.

-Tú no tomes esto, es demasiado fuerte -me dijo el chico de suéter blanco; muy tierno, muy conquistador, muy protector.

Solo pude asentir.

Luego me explicó que siempre que sonaba esa canción ellos tomaban aquel shot llamado "Mind eraser"; era su ritual.

-Ven acá -que agradable voz- ¿cómo te llamas? -me miraba, sosteniendo su pequeño celular entre sus dos grandes manos.
-No vas a poder encontrarme -Facebook, le quité el celular, busque mi nombre y dejé abierto mi perfil.

-Chicas -de nuevo el grandote- ya que ustedes no están hospedadas aquí, debo pedirles que regresen a su hostel.

Todos lo mirábamos.

-Sí señor. -la escuche decir a Nita atrás mío- Ya nos vamos.

Era hora de irnos.
Le regrese su celular, le sonreí y fui al baño que estaba junto a las escalas. Demasiada cerveza para mí.
Cuando salí me esperaban allí Nita, Juancho y el brasilero, los vi a los 3 chicos aun en la mesa de juego; el rosarino y el español hablando entre ellos, el de suéter blanco mirándome. Fui donde mis amigos que me esperaban para irnos.

-Quiero darle un beso -dije sin reparo alguno.
-Y vaya déselo -dijo Juancho.

Nita miro a Juancho con reproche, luego miro al chico de suéter blanco y por ultimo a mi, que la miraba ansiosa por una aprobación.

-Vaya déselo, total ¿cuándo en la vida lo va a volver a ver? -dijo al fin- Aproveche.

Sonreí de oreja a oreja, gire y camine a ellos lo mas en línea recta que pude. Obviamente esa línea recta solo se dio en mi imaginación.

Beso en la mejilla al español y su espesa barba.
Beso en la mejilla al rosarino y su también espesa barba.

Detesto la barba.

Lo miré, sonreí apenas con la comisura de mis labios, vi los suyos, se veían tan carnosos, lisos, tan rosados y tentadores. Definitivamente había tomado demasiado y estaba viendo cosas irreales. No podían ser tan perfectos en la realidad. Él no podía serlo. Pero me moría por probarlos. Dos pasos de distancia hasta él, pase mi lengua sobre mis labios con sutileza, subí mi mano hacía su mejilla y puse mis labios, en un delicado beso, sobre su otra mejilla.

-Gracias chicos -me despedí- La pase muy bien.

Llegue donde mis amigos, bajamos las escalas y salimos de aquel lugar con ese amargo sabor en mi boca.

-¿Que le paso pues mija? -me pregunto Juancho.
-No sé. Creo que estoy tan mal que no puedo ni apuntar bien.

Mentí.
¿Por qué no había podido darle aquel beso que tanto deseaba?

Pensé en eso todo el camino, en el por qué no había podido, el qué me había sucedido o inhibido. Me mordía el labio frustrada mientras caminaba abrazada a Juancho, quien se ofreció a llevarnos ya que me vio tan mal que supuso no lograría llegar.

Mi cabeza no dejaba de pensar en ese chico, en su cuello, su sonrisa ni sus labios, en su envolvente  voz y su tan agradable calor. No paraba de repetir esa escena una y mil veces en mi cabeza, el cómo bese su mejilla, deseando besar sus labios, como acaricie su mejilla con mi mano. Me veía besándolo, lo imaginaba de tantas maneras diferentes, preguntándome por qué no lo hice de esta o de aquella manera.

-¡Ahhh! -no podía aguantar la frustración conmigo misma- ¡No quiero caminar más! -fue mi excusa al dejarme caer al suelo, frustrada.

Estaba sentada en el medio de la calle, a las 3 de la mañana, bastante pasada de copas, con mi mejor amiga a quien no veía hace 7 años, dos totales desconocidos, en un país totalmente desconocido; frustrada por no haberle dado un beso a un chico que se metió en mi cabeza y no quería salir mas de ahí.

Casi me pisa un taxi que justo giro y no me vio. Nos insultó -con claros motivos-, yo seguía negándome a levantarme, hasta que finalmente Juancho se resignó a llevarme cargada hasta la puerta de nuestro hostel.

Entramos aun entre risas; Nita me obligo a lavarme los dientes y cambiarme de ropa antes de acostarme en un incomoda cama.

Escuche mi celular sonar mientras me cambiaba, un mensaje. Supuse de quien era así que solo lo ignore mientras terminaba de cambiarme de ropa y acomodarme en la cama.
Resignada tome el celular y me sorprendí al ver de quien era el mensaje.

-¿Es él, Nita? -pregunté confundida, enseñándole mi teléfono con el mensaje.
-¿Quien? -miro la pantalla- Ah, sí. Es él, el del hostel; el que no besaste.

Ella tenía que clavarme el puñal.
Mi corazón golpeo fuerte por dos segundo, logrando marearme. Seguía ebria. ¿Algún día se me pasaría esa horrible sensación? Ahora recordaba por qué odiaba tomar alcohol.

-SMS-

E: Hey Manuela. Soy Jair.
E: Cuidate, tienes talento para el Flip cup.
E: Ponlo en practica niña.

No podía borrar aquella tonta sonrisa de mi rostro.

-Jair. -repetí en un susurro para mi.

Recordaba mi frustración de momentos antes, y me sentía bien por el cómo ahora podía hablar con él, por cómo me había escrito. No podía creer que él en verdad me hubiese buscado y escrito. Estaba feliz.

-SMS-

Y: Me arrepiento de no haberte dado un beso (sigo ebria).

¿¡Por qué le dije eso!?
Tal vez porque sabía que ahí no terminaría.